Las novelas de Roald Dahl destacan por su fantasía, como se muestra en la
descripción de la fábrica, y por la ironía y humor negro con que refleja el
mundo adulto y, en este libro, a algunos niños que están tan contaminados
por los mayores que han perdido la inocencia y la fantasía propias de la
infancia. Esta ironía se percibe sobre todo en los violentos castigos que sufren
los niños y en las actitudes de los padres y del propio señor Wonka, más
preocupados por cuestiones intrascendentes que por el carácter o el destino de
sus hijos: “¿Adónde conduce el tubo principal? –Pues a la caldera, por
supuesto –dijo tranquilamente el señor Wonka-. Al incinerador… No se
preocupen. Siempre existe la posibilidad de que hoy no la hayan encendido” (p.
149).
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