Pic – Nic de Fernando Arrabal.
PERSONAJES ZAPO. SEÑOR TEPÁN SEÑORA TEPÁN ZEPO PRIMER
CAMILLERO CAMILLERO SEGUNDO
Decorado:
Campo de batalla. Cruza el escenario, de derecha a izquierda, una alambrada. Junto
a esta alambrada hay unos sacos de tierra, (La batalla hace furor. Se oyen
tiros, bombazos, ráfagas de ametralladora. ZAPO, solo en escena, está
acurrucado entre los sacos. Tiene mucho miedo. Cesa el combate. Silencio.
ZAPO saca de una cesta de tela una madeja de lana y unas agujas. Se pone a
hacer un jersey que ya tiene bastante avanzado. Suena el timbre del teléfono
de campaña que ZAPO tiene a su lado.)
ZAPO.-Diga...
Diga... A sus órdenes mi capitán... En efecto, soy el centinela de la cota
47... Sin novedad, mi capitán... Perdone, mi capitán, ¿cuándo comienza otra vez
la batalla?.. Y las bombas, ¿cuándo las tiro?.. ¿Pero, por fin, hacia dónde las
tiro, hacia atrás o hacia adelante?.. No se ponga usted así conmigo. No lo
digo para molestarle... Capitán, me encuentro muy solo. ¿No podría enviarme un
compañero?.. Aunque sea la cabra... (El capitán le riñe.) A sus
órdenes... A sus órdenes, mi capitán. (ZAPO cuelga el teléfono. Refunfuña.)
(Silencio. Entra en escena el
matrimonio TEPÁN con cestas, como si vinieran a pasar un día en el
campo. Se dirigen a su hijo, ZAPO, que, de espaldas y escondido
entre los sacos, no ve lo que pasa.)
SR. TEPÁN.-
(Ceremoniosamente.) Hijo, levántate y besa en la frente a tu madre.
(ZAPO, aliviado y sorprendido, se levanta y besa en la frente a su
madre con mucho respeto. Quiere hablar. Su padre le interrumpe.) Y ahora,
bésame a mí. (Lo besa en la frente.)
ZAPO.-Pero
papaítos, ¿cómo os habéis atrevido a venir aquí con lo peligroso que es? Iros
inmediatamente.
SR.
TEPÁN.- ¿Acaso quieres dar a tu padre una lección de guerras y peligros? Esto
para mí es un pasatiempo. Cuántas veces, sin ir más lejos, he bajado del metro
en marcha.
SRA.
TEPÁN.-Hemos pensado que te aburrirías, por eso te hemos venido a ver. Tanta
guerra te tiene que aburrir.
ZAPO.-Eso
depende.
SR.
TEPÁN.-Muy bien sé yo lo que pasa. Al principio la cosa de la novedad gusta.
Eso de matar y de tirar bombas y de llevar casco, que hace tan elegante,
resulta agradable, pero terminará por fastidiarte. En mi tiempo hubiera pasado
otra cosa. Las guerras eran mucho más variadas, tenían color. Y, sobre todo,
había caballos, muchos caballos. Daba gusto: que el capitán decía: «al ataque»,
ya estábamos allí todos con el caballo y el traje de color rojo. Eso era
bonito. Y luego, unas galopadas con la espada en la mano y ya estábamos frente
al enemigo, que también estaba a ]a altura de las circunstancias, con sus
caballos -los caballos nunca faltaban, muchos caballos y muy gorditos- y sus
botas de charol y sus trajes verdes.
SRA.
TEPÁN.-No, no eran verdes los trajes del enemigo, eran azules. Lo recuerdo muy
bien, eran azules.
SR.
TEPÁN.-Te digo que eran verdes.
SRA.
TEPÁN.-No, te repito que eran azules. Cuántas veces, de niñas, nos asomábamos
al balcón para ver batallas y yo le decía al vecinito: «Te apuesto una chocolatina
a que ganan los azules.» Y los azules eran nuestros enemigos.
SR.
TEPÁN.-Bueno, para ti la perra gorda.
SRA.
TEPÁN.-Yo siempre he sido muy aficionada a las batallas. Cuando niña, siempre
decía que sería, de mayor, coronel de caballería. Mi mamá se opuso, ya conoces sus ideas anticuadas.
SR.
TEPÁN.-Tu madre siempre tan burra.
ZAPO.-Perdonadme.
Os tenéis que marchar. Está prohibido venir a la guerra si no se es soldado.
SR.
TEPÁN.-A mí me importa un pito. Nosotros no venimos al frente para hacer la
guerra. Sólo queremos pasar un día de campo contigo, aprovechando que es
domingo.
SRA.
TEPÁN.-Precisamente he preparado una comida muy buena. He hecho una tortilla de
patatas que tanto te gusta, unos bocadillos de jamón, vino tinto, ensalada y
pasteles.
ZAPO.-Bueno,
lo que queráis, pero si viene el capitán, yo diré que no sabía nada. Menudo se
va a poner. Con lo que le molesta a él eso de que haya visitas en la guerra. Él
nos repite siempre: «en la guerra, disciplina y bombas, pero nada de visitas».
SR.
TEPÁN.-No te preocupes, ya le diré yo un par de cosas a ese capitán.
ZAPO.- ¿Y
si comienza otra vez la batalla?
SR.
TEPÁN.- ¿Te piensas que me voy a asustar? En peores me he visto. Y si aún fuera
como antes, cuando había batallas con caballos gordos. Los tiempos han
cambiado, ¿comprendes? (Pausa.). Hemos venido en motocicleta. Nadie nos
ha dicho nada.
ZAPO.-Supondrían
que erais los árbitros.
SR.
TEPÁN._Lo malo fue que, como había tantos tanques y jeeps, resultaba muy
difícil avanzar.
SRA.
TEPÁN.-Y luego, al final, acuérdate aquel cañón que hizo un embotellaje.
SR.
TEPÁN.-De las guerras, es bien sabido, se puede esperar todo.
SRA.
TEPÁN.-Bueno, vamos a comer.
SR.
TEPÁN.-Sí, vamos, que tengo un apetito enorme. A mí, este tufillo de pólvora,
me abre el apetito.
SRA.
TEPÁN.-Comeremos aquí mismo, sentados sobre la manta.
ZAPO.-
¿Como con el fusil?
SR.
TEPÁN.-Nada de fusiles. Es de mala educación sentarse a la mesa con fusil. (Pausa)
Pero qué sucio estás, hijo mío…
¿Cómo te has puesto así? Enséñame las manos.
ZAPO.- (Avergonzado,
se las muestra.) Me he tenido que arrastrar por el suelo con eso de las
maniobras.
SRA.
TEPÁN.-Y las orejas, ¿qué?
ZAPO.-Me
las he lavado esta mañana.
SRA.
TEPÁN.-Bueno, pueden pasar. ¿Y los dientes? (Enseña los dientes.) Muy
bien. ¿Quién le va a dar a su niñito un besito por haberse lavado los dientes? (A
su marido.) Dale un beso a tu hijo que se ha lavado bien los dientes. (El
SR. TEPÁN besa a su hijo.) Porque lo que no se te puede consentir es
que con el cuento de la guerra te dejes de lavar.
ZAPO.-Sí,
mamá. (Se ponen a comer).
SR.
TEPÁN.-Qué, hijo mío, ¿has matado mucho?
ZAPO.-
¿Cuándo?
SR.
TEPÁN.-Pues estos días.
ZAPO.-
¿Dónde?
SR.
TEPÁN.-Pues en esto de la guerra.
ZAPO.-No
mucho. He matado poco. Casi nada.
SR.
TEPÁN.- ¿Qué es lo que has matado más, caballos enemigos o soldados?
ZAPO.-No,
caballos no. No hay caballos.
SR.
TEPÁN.- ¿Y soldados?
ZAPO.-A
lo mejor.
SR.
TEPÁN.- ¿A lo mejor? ¿Es que no estás seguro?
ZAPO.-Sí,
es que disparo sin mirar. (Pausa.) De todas formas, disparo muy poco. Y
cada vez que disparo, rezo un Padrenuestro por el tío que he matado.
SR.
TEPÁN.-Tienes que tener más valor. Como tu padre.
SRA.
TEPÁN.-Voy a poner un disco en el gramófono.
(Pone un disco.
Los tres, sentados en el suelo, escuchan).
SR.
TEPÁN.-Esto es música, sí señor.
(Continúa la música. Entra un
soldado enemigo: ZEPO. Viste como ZAPO. Sólo cambia el color del traje. ZEPO
va de verde y ZAPO de gris. ZEPO, extasiado, oye la música a
espaldas de la familia TEPÁN. Termina el disco. Al ponerse de pie, ZAPO
descubre a ZEPO. Ambos se ponen manos arriba llenos de terror. Los
esposos TEPÁN los contemplan extrañados.)
SR.
TEPÁN.- ¿Qué pasa?
(ZAPO reacciona. Duda. Por
fin, muy decidido, apunta con el fusil a ZEPO).
ZAPO.-
¡Manos arriba!
(ZEPO levanta aún más las
manos, todavía más amedrentado. ZAPO no sabe qué hacer. De
pronto, va hacia ZEPO y le golpea suavemente en el hombro mientras le
dice):
ZAPO.-
¡Pan y tomate para que no te escapes!
SR.
TEPÁN.-Bueno, ¿y ahora, qué?
ZAPO.-Pues
ya ves, a lo mejor, en premio, me hacen cabo.
SR.
TEPÁN.-Átale, no sea que se escape.
ZAPO.-
¿Por qué atarle?
SR.
TEPÁN.-Pero, ¿es que aún no sabes que a los prisioneros hay que atarles
inmediatamente?
ZAPO.-
¿Cómo le ato?
SR.
TEPÁN.-Átale las manos.
SRA.
TEPÁN.-Sí. Eso sobre todo. Hay que atarle las manos. Siempre he visto que se
hace así.
ZAPO.-Bueno.
(Al prisionero.) Haga el favor de poner las manos juntas, que le voy a
atar.
ZEPO.-No
me haga mucho daño.
ZAPO.-No.
ZEPO.-Ay,
qué daño me hace...
SR.
TEPÁN.-Hijo, no seas burro. No maltrates al prisionero.
SRA.
TEPÁN.- ¿Eso es lo que yo te he enseñado? ¿Cuántas veces te he repetido que hay
que ser bueno con todo el mundo?
ZAPO.-Lo
había hecho sin mala intención. (A ZEPO.) ¿Y así, le hace daño?
ZEPO.-No.
Así, no.
SR.
TEPÁN.-Diga usted la verdad. Con toda confianza. No se avergüence porque
estemos delante. Si le molestan, díganoslo y se las ponemos más suavemente.
ZEPO.-Así
está bien.
SR.
TEPÁN.-Hijo átale también los pies para que no se escape.
ZAPO.-
¿También los pies? Qué de cosas…
SR.
TEPÁN.-Pero ¿es que no te han enseñado 1as ordenanzas?
ZAPO.-Sí.
SR.
TEPÁN.-Bueno, pues todo eso se dice en las ordenanzas.
ZAPO.-
(Con muy buenas maneras.) Por favor tenga la bondad de sentarse en el
suelo que le vaya atar los pies.
ZEPO.-Pero
no me haga daño como la primera vez.
SR.
TEPÁN.-Ahora te vas a ganar que te tome tirria.
ZAPO.-No
me tomará tirria. ¿Le hago daño?
ZEPO.-No.
Ahora está perfecto.
ZAPO.-
(Iluminado por una idea.) Papá, hazme una foto con el prisionero en el
suelo y yo con un pie sobre su tripa. ¿Te parece?
SR.
TEPÁN.- ¡Ah, sí! ¡Qué bien va a quedar!
ZEPO.-No.
Eso no.
SRA.
TEPÁN.-Diga usted que sí. No sea testarudo.
ZEPO.-No.
He dicho que no y es que no.
SRA.
TEPÁN.-Pero total, una foto de nada no tiene importancia para usted y nosotros
podríamos colocarla en el comedor junto al diploma de salvador de náufragos
que ganó mi marido hace trece años...
ZEPO.-No
crean que me van a convencer.
ZAPO.-Pero,
¿por qué no quiere?
ZEPO.-Es
que tengo una novia, y si luego ella ve la foto va a pensar que no sé hacer la
guerra.
ZAPO.-No.
Dice usted que no es usted; que lo que hay debajo es una pantera.
SRA.
TEPÁN.-Ande, diga que sí.
ZEPO.-Bueno.
Pero sólo por hacerles un favor.
ZAPO.-Póngase
completamente tumbado.
(ZEPO se tiende sobre el
suelo. ZAPO coloca un pie sobre su tripa y, con aire muy fiero, agarra
el fusil.)
SRA.
TEPÁN,-Saca más el pecho.
ZAPO.-
¿Así?
SRA.
TEPÁN.-Sí. Eso. Así. Sin respirar.
SR.
TEPÁN.-Pon más cara de héroe.
ZAPO.-
¿Cómo es la cara de héroe?
SR.
TEPÁN.-Es bien sencillo: pon la misma cara que ponía el carnicero cuando
contaba sus conquistas amorosas.
ZAPO.-
¿Así?
SR.
TEPÁN.-Sí, así.
SRA.
TEPÁN.-Sobre todo, hincha bien el pecho y no respires.
ZEPO.-Pero,
¿van a terminar de una vez?
SR.
TEPÁN.-Tenga un poco de paciencia. A la una, a las dos y... a las tres.
ZAPO.-Tengo
que haber salido muy bien.
SRA.
TEPÁN.-Sí, tenías el aire muy marcial.
SR.
TEPÁN.-Sí, has quedado muy bien.
SRA.
TEPÁN.-A mí también me han entrado ganas de hacerme una contigo.
SR.
TEPÁN.-Sí, una nuestra quedará también muy bien.
ZAPO.-Bueno,
si queréis yo os la hago.
SRA.
TEPÁN.- ¿Me dejarás el casco para hacer más militar?
ZEPO.-No
quiero más fotos. Con una ya hay de sobra.
ZAPO.-No
se ponga usted así. ¿A usted que más le da?
ZEPO.-Nada,
no consiento que me hagan más fotos. Es mi última palabra.
SR.
TEPÁN.-(A su mujer.) No insistáis más. Los prisioneros suelen ser muy
susceptibles. Si continuamos así, se disgustará y nos ahogará la fiesta.
ZAPO.-Bueno,
¿y qué hacemos ahora con el prisionero?
SRA.
TEPÁN.-Lo podemos invitar a comer. ¿Te parece?
SR.
TEPÁN.-Por mí no hay inconveniente.
ZAPO.-(A ZEPO). ¿Qué? ¿Quiere comer
con nosotros?
ZEPO.-Pues...
SR.
TEPÁN.-Hemos traído un buen tintorro.
ZEPO.-Si
es así bueno.
SR.
TEPÁN.-Usted haga como si estuviera en su casa. Pídanos lo que quiera.
ZEPO.-Bueno.
SR.
TEPÁN.- ¿Qué?, ¿y usted, ha matado mucho?
ZEPO.-
¿Cuándo?
SR.
TEPÁN.-Pues estos días.
ZEPO.-
¿Dónde?
SR.
TEPÁN.-Pues en esto de la guerra.
ZEPO.-No
mucho. He matado poco. Casi nada.
SR.
TEPÁN.- ¿Qué es lo que ha matado más, caballos enemigos o soldados?
ZEPO.-No,
caballos no. No hay caballos.
SR.
TEPÁN.- ¿Y soldados?
ZEPO.-A
lo mejor.
SR.
TEPÁN.- ¿A lo mejor? ¿Es que no está seguro?
ZEPO.-Sí,
es que disparo sin mirar. (Pausa.) De todas formas, disparo muy poco. Y
cada vez que disparo, rezo un Avemaría por el tío que he matado.
SR.
TEPÁN.- ¿Un Avemaría? Yo creí que rezaría un Padrenuestro.
ZEPO.-No.
Siempre un Avemaría. (Pausa.) Es más corto.
SR.
TEPÁN.-Ánimo, hombre. Hay que tener más valor.
SRA.
TEPÁN.- (A ZEPO.) Si quiere usted, le soltamos las ligaduras.
ZEPO.-No,
déjelo, no tiene importancia.
SR.
TEPÁN.-No vaya usted ahora a andar con vergüenzas con nosotros. Si quiere que
le soltemos las ligaduras, díganoslo.
SRA.
TEPÁN.-Usted póngase lo más cómodo que pueda.
ZEPO.-Bueno,
si se ponen así, suéltenme las ligaduras. Pero sólo se lo digo por darles
gusto.
SR.
TEPÁN.-Hijo, quítaselas. (ZAPO le quita las ligaduras de los pies.)
SRA.
TEPÁN.- ¿Qué, se encuentra usted mejor?
ZEPO.-Sí,
sin duda. A lo mejor les estoy molestando mucho.
SR.
TEPÁN.-Nada de molestarnos, Usted, considérese como en su casa. Y si quiere que
le soltemos las manos, no tiene nada más que pedírnoslo.
ZEPO.-No.
Las manos, no. Es pedir demasiado.
SR.
TEPÁN.-Que no, hombre que no. Ya le digo que no nos molesta en absoluto.
ZEPO.-Bueno...
entonces, desátenme las manos. Pero sólo para comer, ¿eh?, que no quiero yo que
me digan luego que me ofrecen el dedo y me tomo la mano entera.
SR.
TEPÁN.-Niño, quítale las ligaduras de las manos.
SRA.
TEPÁN.-Qué bien, con lo simpático que es el señor prisionero, vamos a pasar un
buen día de campo.
ZEPO.-No
tiene usted que decirme «señor prisionero», diga «prisionero» a secas.
SRA.
TEPÁN.- ¿No le va a molestar?
ZEPO.-No,
en absoluto.
SR.
TEPÁN.-Desde luego hay que reconocer que es usted modesto.
(Ruido de
aviones.)
ZAPO.-Aviones.
Seguramente van a bombardeamos.
(ZAPO y
ZEPO se esconden. (A toda prisa, entre los sacos terreros.)
ZAPO.-( A
sus padres.) Poneos al abrigo. Os van a caer las bombas encima.
(Se
impone poco a poco el ruido de los aviones. Inmediatamente empiezan a caer
bombas. Explotan cerca, pero ninguna cae en el escenario. Gran estruendo. ZAPO y
ZEPO están acurrucados, entre los sacos. El SR. TEPÁN habla
tranquilamente con su esposa. Ella le responde en un tono también muy
tranquilo. No se oye su diálogo a causa del bombardeo. La SRA. TEPÁN se
dirige a una de las cestas y saca un paraguas. Lo abre. Los TEPÁN se cubren
con el paraguas como si estuviera lloviendo. Están de pie. Parecen mecerse con
una cadencia tranquila apoyándose alternativamente en uno y otro pie mientras
hablan de sus cosas. Continúa, el bombardeo. Los aviones se van alejando.
Silencio. El SR. TEPÁN extiende un brazo y lo saca del paraguas para
asegurarse de que ya no cae nada del cielo.)
SR.
TEPÁN.- (A su mujer.) Puedes cerrar ya el paraguas.
(La SRA.
TEPÁN lo hace. Ambos se acercan a su hijo y le dan unos golpecitos en el
culo con el paraguas.)
SR.
TEPÁN.-Ya podéis salir. El bombardeo ha terminado.
(ZAPO y
ZEPO salen de su escondite.)
ZAPO.-
¿No os ha pasado nada?
SR.
TEPÁN.- ¿Qué querías que le pasara a tu padre? (Con orgullo.) Bombitas a
mí...
(Entra,
por la izquierda, una pareja de soldados de la Cruz Roja. Llevan una camilla. .
PRIMER
CAMILLERO.- ¿Hay muertos?
ZAPO.-No.
Aquí no.
PRIMER
CAMILLERO.- ¿Está seguro de haber mirado
bien?
ZAPO.-Seguro.
PRIMER
CAMILLERO.- ¿Y no hay ni un solo muerto?
ZAPO.-Ya
le digo que no.
PRIMER
CAMILLERO.- ¿Ni siquiera un herido?
ZAPO.-No.
CAMILLERO
SEGUNDO. - ¡Pues estamos apañados! (A ZEPO, con un tono persuasivo.) Mire
bien por todas partes a ver si encuentra un fiambre.
PRIMER
CAMILLERO.-No insistas. Ya te han dicho que no hay.
CAMILLERO
SEGUNDO.- ¡Vaya jugada!
ZAPO.-Lo
siento muchísimo. Les aseguro que no lo he hecho a posta.
CAMILLERO
SEGUNDO.-Eso dicen todos. Que no hay muertos y que no lo han hecho a posta.
PRIMER
CAMILLERO.-Venga, hombre, no molestes al caballero.
SR. TEPÁN.-
(Servicial.) Si podemos ayudarle lo haremos con gusto. Estamos a sus
órdenes.
CAMILLERO
SEGUNDO.-Bueno, pues si seguimos así ya verás lo que nos va a decir el capitán.
SR.
TEPÁN.- ¿Pero qué pasa?
PRIMER
CAMILLERO.-Sencillamente, que los demás tienen ya las muñecas rotas a fuerza
de transportar cadáveres y heridos y nosotros todavía sin encontrar nada. Y no
será porque no hemos buscado...
SR.
TEPÁN.-Desde luego que es un problema. (A .ZAPO.) ¿Estás seguro de que
no hay ningún muerto?
ZAPO.-Pues
claro que estoy seguro, papá.
SR.
TEPÁN.- ¿Has mirado bien debajo de los sacos?
ZAPO.-Sí,
papá.
SR.
TEPÁN.- (Muy disgustado.) Lo que te pasa a ti es que no quieres ayudar a
estos señores. Con lo agradables que son. ¿No te da vergüenza?
PRIMER
CAMILLERO.-No se ponga usted así, hombre. Déjelo tranquilo. Esperemos tener más
suerte y que en otra trinchera hayan muerto todos.
SR.
TEPÁN.-No sabe cómo me gustaría,
SRA.
TEPÁN.-A mí también me encantaría. No puede imaginar cómo aprecio a la gente
que ama su trabajo.
SR. TEPÁN.-
(Indignado, a todos.) Entonces, ¿qué? ¿Hacemos algo o no por estos señores?
ZAPO.-Si
de mí dependiera, ya estaría hecho.
ZEPO.-Lo
mismo digo.
SR.
TEPÁN.-Pero, vamos a ver, ¿ninguno de los dos está ni siquiera herido?
ZAPO..-(Avergonzado.)
No, yo no.
SR.
TEPÁN.-(A ZEPO.) ¿Y usted?
ZEPO.- (Avergonzado.) Yo
tampoco. Nunca he tenido suerte...
SRA. TEPÁN.-
(Contenta.) ¡Ahora que me acuerdo! Esta mañana al pelar las cebollas me di
un corte en el dedo. ¿Qué les parece?
SR.
TEPÁN.- ¡Perfecto! (Entusiasmado.) En seguida te llevan.
PRIMER
CAMILLERO.-No. Las señoras no cuentan.
SR.
TEPÁN.-Pues estamos en lo mismo.
PRIMER
CAMILLERO.- No Importa.
CAMILLERO
SEGUNDO.-A ver si nos desquitamos en las otras trincheras.
(Empiezan
a salir.)
SR.
TEPÁN.-No se preocupen ustedes, si encontramos un muerto, se lo guardamos.
Estén ustedes tranquilos que no se lo daremos a otros.
CAMILLERO
SEGUNDO.-Muchas gracias, caballero.
SR.
TEPÁN.-De nada, amigo. Pues no faltaba más...
(Los
camilleros les dicen adiós al despedirse y los cuatro responden. Salen los
camilleros.)
SRA.
TEPÁN.-Esto es lo agradable de salir los domingos al campo. Siempre se
encuentra gente simpática. (Pausa.) Y usted, ¿por qué es enemigo?
ZEPO.-No
sé de estas cosas. Yo tengo muy poca cultura.
SRA.
TEPÁN.- ¿Eso es de nacimiento, o se hizo usted enemigo más tarde?
ZEPO.-No
sé. Ya le digo que no sé.
SR.
TEPÁN.-Entonces, ¿cómo ha venido a la guerra?
ZEPO.- Yo
estaba un día en mi casa arreglando una plancha eléctrica de mi madre cuando
vino un señor y me dijo: « ¿Es usted Zepo? Sí. Pues que me han dicho que tienes
que ir a la guerra.» Y yo entonces le pregunté: «Pero, ¿a qué guerra?» Y él me
dijo: «Qué bruto eres, ¿es que no lees los periódicos?» Yo le dije que sí, pero
no lo de las guerras...
ZAPO.-Igualito,
igualito me pasó a mí.
SR.
TEPÁN.-Sí, igualmente te vinieron a ti a buscar.
SRA.
TEPÁN.-No, no era igual, aquel día tú no estabas arreglando una plancha
eléctrica, sino una avería del coche. .
SR.
TEPÁN.-Digo en lo otro. (A
ZEPO.) Continúe. ¿Y qué pasó luego?
ZEPO.-Le
dije que además tenía novia y que si no iba conmigo al cine los domingos lo iba a pasar
muy aburrido. Me respondió que eso de la novia no tenía importancia.
ZAPO.-Igualito,
igualito que a mí.
ZEPO.-Luego
bajó mi padre y dijo que yo no podía ir a la guerra porque no tenía caballo.
ZAPO.-Igualito
dijo mi padre.
ZEPO.-Pero
el señor dijo que no hacía falta caballo y yo le pregunté si podía llevar a mi
novia, y me dijo que no. Entonces le pregunté si podía llevar a mi tía para que
me hiciera natillas los jueves, que me gustan mucho.
SRA. TEPÁN.-.(Dándose
cuenta de que ha olvidado algo.) ¡Ay, las natillas!
ZEPO.- Y
me volvió a decir que no.
ZAPO.-Igualito
me pasó a mí.
ZEPO.-Y,
desde entonces, casi siempre solo en esta trinchera.
SRA.
TEPÁN.-Yo creo que ya que el señor prisionero y tú os encontráis tan cerca y
tan aburridos, podríais reuniros todas las tardes para jugar juntos.
ZAPO.-Ay,
no mamá. Es un enemigo.
SR.
TEPÁN.-Nada, hombre, no tengas miedo.
ZAPO.-Es
que si supieras lo que el general nos ha contado
de los enemigos.
SRA.
TEPÁN.- ¿Qué ha dicho el general?
ZAPO.-Pues
nos ha dicho que los enemigos son muy malos, muy malos muy malos. Dice que
cuando cogen prisioneros les ponen chinitas en los zapatos para que cuando
anden se hagan daño. .
SRA.
TEPÁN. - ¡Qué barbaridad! ¡Qué malísimos son!
SR.
TEPÁN.- (A ZEPO, indignado.) ¿ Y no le da a usted vergüenza
pertenecer a ese ejército de criminales?
ZEPO.-Yo
no he hecho nada. Yo no me meto con nadie.
SRA.
TEPÁN.-Con esa carita de buena persona, quería engañamos…
SR.
TEPÁN.-Hemos hecho mal en desatarlo, a lo mejor, si nos descuidamos, nos mete
unas chinitas en los zapatos.
ZEPO.-No
se pongan conmigo así.
SR.
TEPÁN.- ¿Y cómo quiere que nos pongamos? Esto me indigna. Ya sé lo que voy a
hacer: voy a ir al capitán y le voy a pedir que me deje entrar en la guerra.
ZAPO.-No
te van a dejar. Eres demasiado viejo.
SR.
TEPÁN.-Pues entonces me compraré un caballo y una espada y vendré a hacer la
guerra por mi cuenta.
SRA.
TEPÁN.-Muy bien. De ser hombre, yo haría lo mismo.
ZEPO.-Señora,
no se ponga así conmigo. Además le diré que a nosotros nuestro general nos ha
dicho lo mismo de ustedes.
SRA.
TEPÁN.- ¿Cómo se ha atrevido a mentir de esa forma?
ZAPO.-Pero,
¿todo igual?
ZEPO.-Exactamente
igual.
SR.
TEPÁN.- ¿No sería el mismo el que os habló a los dos?
SRA.
TEPÁN.-Pero si es el mismo, por lo menos podría cambiar de discurso. También
tiene poca gracia eso de que a todo el mundo le diga las mismas cosas.
SR.
TEPÁN.- ( A ZEPO, cambiando de tono.) ¿Quiere otro vasito?
SRA.
TEPÁN.-Espero que nuestro almuerzo le haya gustado…
SR.
TEPÁN.-Por lo menos ha estado mejor que el del domingo pasado.
ZEPO.-
¿Qué les pasó?
SR.
TEPÁN.-Pues que salimos al campo, colocamos la comida encima de la manta y en
cuanto nos dimos la vuelta, llegó una vaca y se comió toda la merienda. Hasta
las servilletas.
ZEPO.-
¡Vaya una vaca sinvergüenza!
SR.
TEPÁN.-Sí, pero luego, para desquitamos, nos comimos la vaca. (Ríen.)
ZAPO.-(A
ZEPO.) Pues, desde luego se quitarían el hambre. ..
SR.
TEPÁN.- ¡Salud! (Beben.)
SRA. TEPÁN.-(A
ZEPO.) Y en la trinchera, ¿qué hace usted para distraerse?
ZEPO.-
Yo, para distraerme, lo que hago es pasarme el tiempo haciendo flores de trapo.
Me aburro mucho.
SRA.
TEPÁN.- ¿ Y qué hace usted con las flores?
ZEPO.-Antes
se las enviaba a mi novia. Pero un día me dijo que ya había llenado el
invernadero y la bodega de flores de trapo y que si no me molestaba que le enviara
otra cosa, que ya no sabía qué hacer con tanta flor.
SRA.
TEPÁN.-¿ Y qué hizo usted?
ZEPO.-Intenté
aprender a hacer otra cosa, pero no pude. Así que seguí haciendo flores de
trapo para pasar el tiempo. .
SRA.
TEPÁN.- ¿Y las tira?
ZEPO.-No.
Ahora les he encontrado una buena utilidad: doy una flor para cada compañero
que muere. Así ya sé que por muchas que haga, nunca daré abasto.
SR.
TEPÁN.-Pues ha encontrado una buena solución.
ZEPO.- (Tímido.) Sí.
ZAPO.-Pues
yo me distraigo haciendo jerseys.
SRA.
TEPÁN.-Pero, oiga, ¿es que todos los soldados se aburren tanto como usted?
ZEPO.-Eso
depende de lo que hagan para divertirse.
ZAPO.-En
mi lado ocurre lo mismo.
SR.
TEPÁN.-Pues entonces podemos hacer una cosa: parar la guerra.
ZEPO.-
¿Cómo?
SR.
TEPÁN.-Pues muy sencillo. Tú le dices a todos los soldados de nuestro ejército
que los soldados enemigos no quieren hacer la guerra, y usted le dice lo mismo
a sus amigos. Y' cada uno se vuelve a su casa.
ZAPO.-
¡Formidable!
SRA.
TEPÁN.- Y así podrá usted terminar de arreglar la plancha eléctrica.
ZAPO.-
¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes una idea tan buena para terminar con este
lío de la guerra?
SRA.
TEPÁN.-Estas ideas sólo las puede tener tu padre. No olvides que es universitario
y filatélico.
ZEPO.-Oiga,
pero si paramos así la guerra, ¿qué va a pasar con los generales y los cabos?
SRA.
TEPÁN.-Les daremos unas panoplias para que se queden tranquilos.
ZEPO.-Muy
buena idea.
SR.
TEPÁN.- ¿Veis qué fácil? Ya está todo arreglado.
ZEPO,-Tendremos
un éxito formidable.
ZAPO.-Qué
contentos se van a poner mis amigos.
SRA.
TEPÁN.-¿Qué os parece si para celebrarlo bailamos el pasodoble de antes?
ZEPO.-Muy
bien.
ZAPO.-Sí,
pon el disco, mamá.
(La SRA.
TEPÁN pone un disco. Expectación. No se oye nada.)
SR.
TEPÁN.-No se oye nada.
SRA. TEPÁN.-
(Va al gramófono.) ¡Ah!, es que me había confundido. En vez de poner un
disco, había puesto una boina.
(Pone el
disco. Suena un pasodoble. Bailan, llenos de alegría, ZAPO con
ZEPO y la SRA. TEPÁN con su marido. Suena el teléfono de
campaña. Ninguno de los cuatro lo oye. Siguen, muy animados, bailando. El
teléfono suena otra vez. Continúa el baile. Comienza de nuevo la batalla con
gran ruido de bombazos, tiros y ametralladoras. Ellos no se dan cuenta de nada
y continúan bailando
alegremente. Una ráfaga de ametralladora los siega a los cuatro. Caen al suelo,
muertos. Sin duda, una bala ha rozado el gramófono: el disco repite y repite,
sin salir del mismo surco. Se oye durante un rato el disco rayado, que
continuará hasta el final de la obra .Entran, por la izquierda,
los dos camilleros. Llevan la camilla vacía. Inmediatamente, cae el
TELÓN
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