Las
gaviotas vuelan en círculo y el francotirador asesino, desde la ventana, las va
derribando una tras otra.
Cuando
ya no queda ninguna, las sardinas de la bahia deciden por unanimidad nombrar al
francotirador hijo predilecto de la Comunidad, pero no encuentran el modo de
decírselo.
Aparte
del anzuelo, los hombres y las sardinas no encuentran muchos instrumentos que
les permitan comunicarse.
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