Había acabado con la
última conserva del refugio.
La serpiente
se había tragado el último ratón. Lustrosa y grande, tendría para un mes si la
racionaba bien. Agarré el machete y levanté el brazo. Estaba hermosa, dormida,
enrollada como una concha de caracol. Imaginarme solo el resto de mi corta
existencia, bajo la bóveda de hormigón, me hizo abandonar.No sé cuánto llevamos sin alimento. Yo no puedo ni incorporarme en la cama, en cambio, a ella la oigo arrastrarse. Se detiene, se yergue, saca la lengua y me mira de frente. Debería aceptarlo, pero no puedo. Mi mano, débil y temblorosa, busca el machete sobre la desvencijada mesilla.
Lola Sanabria
El abrazo letal de la serpiente es tan sumamente preciso que solo termina cuando el corazón de su víctima ha dejado de latir. Cuando una boa constrictor atrapa a su presa, la rodea con su cuerpo y oprime con todas sus fuerzas hasta causarle la muerte.
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