La novia de mi ijo es cleptómana. Su patología, a diferencia de la descrita en los casos más comunes, consiste en una fijación por lo incorpóreo que ace imposible sorprenderla en posesión del cuerpo del delito.

A todas estas carencias se acostumbra uno, y asta me alegré de que la joven no padeciera una compulsión tradicional, de esas que terminan por desmantelar tu colección de encendedores.
Ayer la encontré revolviendo en mi estudio. Cuando salió de él aspiré con la esperanza de que ubiera repuesto los olores. ¡Qué va!
Esta mañana decidí llamarla para que devolviera a su sitio la letra que abía urtado, pero al teléfono le faltaba el tono.
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