EL ESPÍA DEL PASADO.
El
inspector Enrique, Enri para familia y amigos, se despertó de nuevo exhausto.
Había tenido la misma pesadilla desde hacía días. Se disponía a levantarse
cuando pensó en ella. Jessica, su esposa, estaba a miles de kilómetros de allí,
pero él la sentía cerca pese a todo. Después de unos minutos, al fin se levantó
de la cama, tomo un café caliente, se vistió y salió a su despacho en el centro
de la ciudad.
Desde su casa hasta su despacho, habitualmente, perdía cerca
de media hora en llegar, pero hoy había demasiado tráfico. Al cabo de unos
minutos, pasadas ya las nueve de la mañana, introdujo la llave en la cerradura
y abrió la puerta. Sin poder pestañear ni una sola vez, entró muy sobresaltado
al despacho con su arma en la mano. Estaba todo patas arriba. Buscó en los
cajones, en los estantes y en su mesa de trabajo, hasta que recordó que el día
anterior, al ver a un hombre que lo seguía desde hacía varios días, decidió
esconderlo en un doble fondo del cajón inferior derecho de su mesa. Respiró
aliviado al ver que seguía allí.
Después de acabar su jornada de trabajo, su hijo David lo
fue a buscar, para que lo llevase en su coche, ya que no tenía dinero para
coger la línea 12 del bus, que era el que más cerca de casa lo dejaba. Cuando
llegaron, las luces estaban encendidas. Enri cogió su Walther P99 y se dirigió
sigilosamente a abrir la puerta de su casa, luego de decirle a su hijo David
que se quedase en el coche, preparado por si algo pasase. Al adentrarse en la
vivienda, el humo de lo que parecía tabaco
lo rodeó, como queriendo escapar de ahí. Vio una silueta en la cocina, pero
apartó un instante la mirada para ver por la ventana si su hijo aun seguía
bien, y al volver a mirar, esta ya había desaparecido. Siguió avanzando por el
corredor oscuro, el cual daba a la cocina, y que conectaba con la sala de
estar. En el mismo instante en el que cruzó la puerta, un disparó le penetró en
el costado derecho, sin tiempo a ver al agresor. Su pesadilla había cobrado
forma. David salió disparado hacia el lugar, en el cual encontró a su padre
tirado en el suelo. Este le dijo tan solo unas palabras: Encuentra al culpable.
Días más tarde, ya celebrado el funeral de Enri, su madre
regresó a su labor como profesora en el colegio Labaca, y David comenzó con la
promesa que le había hecho a su padre. Comenzó buscando pistas alrededor de la
casa, hasta que halló un trozo de una chaqueta, probablemente del asesino. En esa
misma tarde, su madre la vio encima de la cama de su hijo cuando se disponía a
recogerle la ropa sucia para meterla en la lavadora. Le preguntó por ella y le
contó lo que había pasado y como la encontró. Jessica le dijo que era de un
compañero suyo de trabajo, el profesor Sorge. Al día siguiente, David fue al
trabajo con su madre para interrogar a Hans Sorge. Pasada hora y media, David
salía del colegio, y parecía hacerlo no muy contento de sus resultados. Después
de comer con su madre y su tía Judith, que también había regresado de su
vivienda en el centro de Moscú, David se fue a la morgue en la que había estado
su padre dos días antes, y en la que tenía un amigo de la infancia, y que se
había comprometido a guardar los objetos personales de su padre. Al recogerlos,
lo primero que hizo inmediatamente después de darle las gracias fue coger el
coche de su madre, que se lo había prestado, e ir a su despacho. Abrió la
puerta e inspeccionó cada rincón de él, hasta que se percató de que cuando era
pequeño, su padre le había enseñado el doble fondo del cajón de su mesa. Lo abrió y
saco el sobre con varias cartas que tenia dentro. Las leyó todas tranquilamente
en el bar de la esquina, en el que había pedido una taza de café y tres sobres
de azúcar. En esas cartas decía que un antiguo espía llamado Richard Sorge,
nacido en territorio del antiguo Imperio Ruso en el año 1895, en la ciudad de
Bakú, en el actual Azerbaiyán. Recordó a Hans Sorge, y que igual tenía
parentesco directo con Richard. También recogía información sobre un
experimento que Sorge había llevado a cabo con un doctor nazi en la época de la
Segunda Guerra Mundial, allá por el año 1941, y en el que el doctor Josef
Mengele intentaba experimentar con Sorge para congelarlo sin ningún tipo de
consecuencias ni efectos secundarios, y que permaneciera así varios años, para
luego descongelarlo y volver a la vida, con fines aún desconocidos. David se
quedó de piedra mientras avanzaba en la lectura de esas cartas tan extrañas.
Por un momento dudó de su originalidad, pero poco a poco se fue convenciendo y
pensando que Hans podría tener mucho que ver en ese tema. Decidió irse a su
casa a descansar, mañana sería otro día.
Al despertarse, miró a ver si su madre seguía en casa, y así
era. Le preguntó si sabía de donde era Hans y si tenía parentesco con el espía
alemán Richard Sorge. Ella sabía que era alemán, pero no si mantenía parentesco
con ese tal Richard. David le pidió el favor de preguntárselo, y ella accedió.
Ese día le tocaba hacer la comida a David, ya que su madre tenía que quedarse
una hora más con unos alumnos castigados. Pasaba el tiempo pero su madre no
aparecía, asi que decidió llamarla. No lo cogía, y eso era raro en ella, salvo
que estuviera aún en clase. Decidió esperar otro rato a ver si aparecía y, si
no lo hacía, volver a llamarla. David se preocupó por ella cuando pensó en lo
que le había pedido que hiciera, y decidió ir en su busca al colegio. Le
preguntó a la secretaria si sabía donde se encontraba, pero esta le dijo que ya
se había ido. David recorrió el colegio en su búsqueda, hasta que, desesperado,
salió a buscar su coche. No lo encontraba, de modo que optó por llamar a la
policía. Esta rastreó su coche y lo encontraron en un callejón, a poco mas de
diez kilómetros del colegio. David empezó a llorar desconsoladamente cuando vió
el cadáver de su madre, ensangrentado y lleno de marcas. La policía investigó
el caso, pero David sabía que no lo harían intensamente, así que decidió
investigarlo el mismo por su cuenta, accediendo a información con el número de
identificación de su padre en el registro de archivos de la policía.
Llevaba días sin dormir una noche completa. Cuando conseguía
quedarse dormido, recordaba a sus padres y se despertaba emocionado, con la
lagrima a punto de salir. Una noche, antes de irse a dormir, le dijo a su tía
Judith que si le ayudaría a desenmascarar al asesino de sus padres, y esta no
se lo pensó dos veces, y le dijo que si. Juntos reunieron información sobre
Sorge, su principal culpable. Intentaron por todos los medios encontrar algo
que lo identificara, pero por mas que buscaban, incluso en los documentos de la
policía, no encontraron nada. Decidieron tomarse un respiro, e ir unos días a
una casa en un lago que su padre había comprado para Jessica y para él cuatro
años después de nacer David. Se despejaron la mente y volvieron al trabajo,
desde cero. Revisaron todos los papeles que tenía su padre en su despacho, y
dieron con algo bastante inquietante, aunque a la vez interesante. El tal Sorge
no tenía papeles ni identificación. Su padre barajaba la posibilidad de que se
tratase de Richard Sorge que, junto al doctor Mengele, habían conseguido su
propósito. Ellos, al igual que su padre, pensaban que era ridículo, pero otra
parte de ellos les decía que podía ser posible. Luego planificaron un plan
bastante alocado, peligroso y arriesgado. Si les salía mal podrían ir a la
cárcel, pero no les importo a cambio de descubrir la verdad sobre Sorge. El
plan consistía en esperar a que todos los profesores salieran del colegio y
seguir a Sorge hasta su casa, luego llamar a la puerta y obligarle a seguirlos
hasta su casa, sin que el viera en donde se encontraba su residencia.
El día de la verdad llegó. Esperaron a que todos los
profesores se fuesen, pero no veían a Sorge por ningún lado. Decidieron
adentrarse en el colegio en su busca, indefensos salvo por el arma que era
propiedad del padre de David. Llegaron a la cafetería del colegio, donde vieron
a una persona sentada, comiéndose lo que parecía un sándwich o un bocadillo. Le
hicieron darse la vuelta y, efectivamente, era Sorge. Le preguntaron que que
hacía allí, si ya era hora de irse, y este le respondió que vivía ahí. Se
quedaron un poco atónitos ante su revelación, pero decidieron seguir igualmente
con su plan. De manera que se acercaban a él iban conversando con Sorge, hasta
que llegaron a su lado. Hicieron un movimiento rápido tapándole la cabeza con
un saco, le ataron las manos y se lo llevaron hasta su coche, procurando que
nadie los viera con él en ese estado. Al fin llegaron a su casa, donde lo
llevaron al sótano. Poco después le quitaron el saco de la cabeza. Les
sorprendió su estado de tranquilidad. Le hicieron muchas preguntas, pero Sorge
se negaba a responder, hasta que le hablaron del doctor Mengele. Luego, Hans, o
mejor dicho Richard, les contó que la razón por la cual hicieron tal
experimento. Les contó que en el año 1940, uno antes de empezar el proceso de
congelación de Richard, este fue capturado por un pelotón de alemanes del 1er
Batallón del Regimiento Der Führer, de la División SS Das Reich del Waffen-SS,
en Oradour-sur-Glane, y que descubieron que era un espía. Pero en lugar de
matarlo, lo llevaron a junto del mismísimo dictador Adolf Hitler. Este le dio dos
caminos a elegir: unirse a ellos y seguir vivo o traicionarlos y morir. Este
eligió unirse a ellos, pero tiempo más tarde, recibió órdenes de infiltrarse en
la Unión Soviética y filtrar información a Alemania. Cuando llegó a Moscú, fue
recibido por una persona que le era familiar, una persona con la que había
compartido largas tardes tras varios años de su vida. Era su primo Bastian
Sorge, que al igual que él, era una especie de espía, con la diferencia de que
el ofrecía sus servicios a la Unión Soviética. Los dos se identificaron al
instante, y Bastian ordenó que lo apresaran. Despues de torturarlo durante
días, Richard confesó que lo habían enviado con el fin de recadar información
útil para Alemania, y Bastian tuvo la idea de matarlo él personalmente. Fue a
un bosque para que nadie lo viera, pero Richard consiguió cambiar a un soldado
nazi abatido anteriormente en una batalla y huír a Alemania. Así, Richard Sorge
consiguió volver con su amigo el doctor Josef Mengele con el propósito de
congelarlo para vengarse en el futuro de los descendientes de Bastian.
Después de escuchar a Richard contarles su historia, les
quedó una duda. ¿Qué tenían que ver sus padres con Bastian Sorge? Richard les
respondió que su padre, Enrique García Adler, era nieto del hijo de Bastian.
Con respecto a su madre, les confesó que sólo fue porque ella se estaba
acercando a la verdad con las preguntas que le había hecho en el colegio.
Finalmente, Richard decidió entregarse él mismo y no involucrar a ninguna
persona más. Al llegar a la comisaría, los policías lo interrogaron, pero llegaron
a pensar que estaba loco, y le hicieron un examen mental. Al final, la policía
decidió llevarlo a un psiquiátrico para tratar su estado mental. Años más
tarde, David y Judith lo visitaban semanalmente, hasta que un día, Richard no
aguanto más su estancia en aquel lugar y se ahorcó en su celda. Finalmente, a
David le quedó una duda: estaba loco de verdad o decía la verdad?
RICHARD SORGE
JOSEF MENGELE
JONATHAN COSTA LUENGO 3ºB
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