jueves, 4 de abril de 2013

Leyendo; Ana Delia Mejía.

En la sala de una casa, se observa a un príncipe probándole un zapato a una muchacha

PRÍNCIPE AZUL: Sí, eres tú la que estaba buscando. Te queda muy bien el zapato de cristal… ¡Qué alegría hallarte!
CENICIENTA: A mí me da alegría hallar el zapato, el hada madrina ya me estaba reclamando por haberlo perdido. Qué negligencia la mía.
PRÍNCIPE AZUL: No te preocupes, querida, cuando nos casemos ya no tendrás que pedir nada prestado. Lo tendrás todo: zapatos de oro y vestidos bordados en plata, joyas, palacios…
CENICIENTA (sorprendida): Un momentito, príncipe, suelta el acelerador que me estás asustando… Que yo recuerde, a ti te conocí en un baile en tu casa, ¿no?
PRÍNCIPE AZUL: Sí, desde entonces te he buscado incansablemente guiado solo por este primoroso zapato que dejaste olvidado cuando saliste corriendo.
CENICIENTA: Sí, sí, es que me acordé que el bus solo pasa hasta las 12 y no tenía dinero para un taxi.
PRÍNCIPE AZUL: Bueno, eso ya no importa, lo importante es que te encontré y que quiero desposarte.
CENICIENTA: ¡Otra vez la burra al trigo!, te dije que te calmaras, ¿cómo que casarnos? Si ya quedamos en que solo nos hemos visto una vez antes de hoy.
PRÍNCIPE AZUL: ¡Pero eso bastó para prendarnos el uno del otro!
CENICIENTA: No, señor. Admito que me gustaste un poco, ya que eres guapo y bailas bien, pero enamorarme no, para enamorarse hace falta conocerse bien y yo ni siquiera sé cómo te llamas realmente.
PRÍNCIPE AZUL: Yo soy el Príncipe Azul…
CENICIENTA: Ya… pero nadie se llama Príncipe Azul, debes tener un nombre real. Mira, por ejemplo, yo no me llamo Cenicienta, ese apodo me lo pusieron mis hermanas porque de niña me gustaba meterme a jugar a la chimenea y salía llena de ceniza, pero mi nombre real es Andrea Pérez. ¿Tú cómo te llamas?
PRÍNCIPE AZUL: No lo sé, siempre me han dicho Príncipe Azul…
CENICIENTA: Ay, pobrecito, no sabes ni cómo te llamas…
PRÍNCIPE AZUL: No te entiendo, todas las chicas deliran por casarse conmigo. Todas quieren ser princesas…
CENICIENTA: Bueno, pues; ese es asunto de ellas; bien por ti si tienes gancho con las muchachas, pero yo no me quiero casar tan joven ni me interesa ser princesa, yo lo que quiero ser es escritora y ganar el Nobel, como Vargas Llosa.
PRÍNCIPE AZUL: No sabes lo que dices. Mis padres son los reyes, tienen mucho dinero y yo heredaré la corona, seré el próximo rey.
CENICIENTA: Ah, entonces ni siquiera trabajas; eres de esos a los que su papá y su papá los mantiene toda la vida…
PRÍNCIPE AZUL: Eeeehhh… Yooo…
CENICIENTA: Pues muy mal, eh; porque ya estás bien grandecito. Yo ya voy a terminar mi carrera en la universidad, luego trabajaré, así que por el momento no pienso en casarme y menos con holgazanes. Disculpa, ah.
PRÍNCIPE AZUL: Pero yo…
CENICIENTA: Gracias por traerme el zapato, fue muy atento de tu parte.
PRÍNCIPE AZUL: (muy triste) De nada.
CENICIENTA: Bueno, se me hace tarde para ir a clases. Te dejo, estás en tu casa, sírvete lo que quieras de comer o beber, cuando salgas cierras la puerta. Cuídate. (Se va)
PRÍNCIPE AZUL: ¿Que yo me sirva? ¿Dónde están los criados? (Se sienta en el sofá con cara de frustración) ¡Así no era el cuento!

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