jueves, 25 de abril de 2013

El mito de la creación en el Génesis.

Dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y dominen en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas, y en toda sierpe que serpea sobre la tierra”.


Y creó Dios al hombre a imagen suya:

a imagen de Dio le creó;

macho y hembra los creó.


Y los bendijo Dios y les dijo:”Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla: dominad en los peces del mar, en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra”. Dijo Dios: “Mirad que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra y todo árbol que lleva fruto de semilla: eso os servirá de alimento. Y a todo animal terrestre, a toda ave de los cielos y a todo ser animado que se arrastra sobre la tierra, les doy por alimento toda hierba verde”. Y así fue. Vio Dios cuanto había hecho, y he aquí que estaba muy bien. Y atardeció y amaneció el día sexto.

Así fueron concluidos los cielos y la tierra con todo su aparato, y el día séptimo cesó Dios de toda la tarea que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque en él cesó Dios de toda la tarea creadora que había realizado.

Estos fueron los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados.
El día en que hizo Yahvéh Dios la tierra y los cielos, no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahvéh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba e la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. Entonces Yavéh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.

Luego plantó Yahvéh Dios un jardín en Edén, al oriente donde colocó al hombre que había formado. Yahvéh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.

De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos. El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es fino. Allé se encuentra el bedelio y el ónice. El segundo río se llama Guijón: es el que bordea el país de Ur. El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates. Tomó, pues, Yahvéh Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén para que lo labrase y cuidase. Y Dios impuso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.

Dijo luego Yahvéh Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Y Yahvéh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, más para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahvéh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvéh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó:




Esta vez sí que es hueso de mis huesos

y carne de mi carne.

Esta será llamada varona,

porque del varón ha sido tomada”.

Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a mujer y se hacen una sola carne.

Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.

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