Dijo Dios: “Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra
semejanza, y dominen en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados
y en todas las alimañas, y en toda sierpe que serpea sobre la tierra”.
Y creó Dios al hombre a imagen suya:
a imagen de Dio le creó;
macho y hembra los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:”Sed
fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla: dominad en los peces
del mar, en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra”.
Dijo Dios: “Mirad que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz
de toda la tierra y todo árbol que lleva fruto de semilla: eso os servirá de
alimento. Y a todo animal terrestre, a toda ave de los cielos y a todo ser
animado que se arrastra sobre la tierra, les doy por alimento toda hierba
verde”. Y así fue. Vio Dios cuanto había hecho, y he aquí que estaba muy bien. Y
atardeció y amaneció el día sexto.
Así fueron concluidos los cielos y
la tierra con todo su aparato, y el día séptimo cesó Dios de toda la tarea que
había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque en él cesó
Dios de toda la tarea creadora que había realizado.
El día en que hizo Yahvéh Dios la tierra y los cielos, no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahvéh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba e la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. Entonces Yavéh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
Luego plantó Yahvéh Dios un jardín
en Edén, al oriente donde colocó al hombre que había formado. Yahvéh Dios hizo
brotar del suelo toda clase de árboles
deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la
vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
De Edén salía un río que regaba el
jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos. El uno se llama Pisón: es el
que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es fino.
Allé se encuentra el bedelio y el ónice. El segundo río se llama Guijón: es el
que bordea el país de Ur. El tercer río se llama Tigris: es el que corre al
oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates. Tomó, pues, Yahvéh Dios al
hombre y le dejó en el jardín de Edén para que lo labrase y cuidase. Y Dios
impuso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del jardín puedes comer,
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que
comieres de él, morirás sin remedio.
Dijo luego Yahvéh Dios: “No es bueno
que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Y Yahvéh Dios formó
del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó
ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese
el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a
las aves del cielo y a todos los animales del campo, más para el hombre no
encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahvéh Dios hizo caer un profundo sueño
sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando
el vacío con carne. De la costilla que Yahvéh Dios había tomado del hombre formó
una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó:
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Esta será llamada varona,
porque del varón ha sido tomada”.
Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a mujer y se
hacen una sola carne.
Estaban ambos desnudos, el hombre y su
mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.
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