Es un tipo de relato en el que se narra la historia de un crimen,
cuyo autor se desconoce, y en el que, a través de un procedimiento
racional, basado en la observación e indagación (llevada a cabo, normalmente,
por un detective), se logra descubrir al culpable o culpables. La
denominación de esta modalidad de relatos varía según los distintos
países: detective novel, roman policier y roman noir, Kriminalroman,
etc. Dichas denominaciones figuran también en la critica española:
novela de detectives, novela policial, novela negra, novela criminal, etc.
Entre los antecedentes remotos de la novela policiaca o criminal
suelen citarse unos opúsculos publicados en Inglaterra en las primeras
décadas del siglo XVIII (The Newgate Calendar, The Malefactor's
Register, etc.), en los que se relataban las aventuras de ciertos delincuentes
y las circunstancias de su captura por la policía. Estos
relatos, escritos, al parecer, con un fin educativo, y basados en
dichos delincuentes, introducen ciertos elementos de ficción que
magnifican las hazañas de estos criminales, respondiendo
probablemente a las expectativas de un público lector que seguía con
interés estas publicaciones. Posteriormente, surgen ciertas biografías
de delincuentes, escritas en forma anovelada (Lives of de most
remarkable criminals, 1732). Uno de esos criminales, Jonathan Wild,
ahorcado en 1725, «tendrá su cronista en Daniel Defoe, y su novelista
en Henry Fielding, en su The history of the life of late Mr. Jonathan
Wild the Great (1743)» (A. del Monte, 1962). Un tipo similar de relatos
surge también en Francia sobre célebres bandidos y criminales, como
L. Mandrin, P. Coignard, etc. De ese mundo de la marginalidad social
procede un famoso delincuente, E. F. Vidocq, convertido más tarde en
agente secreto de la policía (1810) y dedicado a combatir a las bandas
criminales, el cual escribió varios libros sobre este ambiente de la
delincuencia y las actuaciones de la policía en su tarea de
investigación y captura de los malhechores: Los ladrones, 1836; Los
fogoneros del Norte, 1845, etc. Estos libros, al igual que sus Memorias
(1828-1829), gozaron de una gran acogida en Francia. Esta
última obra, traducida al inglés, fue conocida por el que, comúnmente,
es considerado como el iniciador de la novela policiaca, E. A. Poe. En
su libro Los crímenes de la calle Morgue (1841),
aparece ya el
esquema básico y los caracteres peculiares de este tipo de relatos: un
crimen misterioso (dos mujeres asesinadas en una estancia
impenetrable), una investigación del caso a través de minuciosa
observación y razonamiento, el encuentro de la solución (después de
desechar las hipótesis no funda-das y haber comprobado la validez de
la que en principio parecía menos creíble: un orangután, causante de
esas muertes), y, finalmente, presencia de un detective (C. A. Dupin),
como personaje fundamental, a cuya indagación se debe la resolución
del caso, y no a la policía oficial.
En el desarrollo posterior de este subgénero narrativo inaugurado
por E. A. Poe, se mantendrá, en lo esencial, este esquema de novela
(crimen inexplicable a primera vista, investigación sobre el caso,
solución del mismo), la cual presenta como característica más sobresaliente
la técnica del relato a la inversa, ya que empieza por el final de
la historia (una muerte, la desaparición de una persona o de un objeto
de valor) y se encamina hacia el comienzo de la misma: la comisión del
asesinato, secuestro o tobo, y el descubrimiento del culpable. Otro
rasgo peculiar afecta a los personajes, marcados por un carácter
estático (no sufren alteración o evolución en el transcurso de la obra) y
manqueo: buenos-malos, policía o detective-delincuente, delatorencubridor.
etc.
Entre los cultivadores más notables de la novela policiaca, figuran
los británicos A. Conan Doyle (creador del detective privado Sherlock
Holmes: Las aventuras de Sherlock Holmes, 1892; Las memorias de
Sherlock Holmes, 1894, etc.); A. Christie (que configura a: detective H.
Poirot: El misterioso caso de Styles, 1921; El asesinato de Rogelio
Ackroyd. 1926, etc.), los norteamericanos E. Wallace. W. Irish, S. Van
Dine, etc., los franceses E. Gaboriau, M. Leblanc, P. Souvestre, P. Boileau
y Th. Narcejac, el belga G. Simenon. etc.
Un tipo especial de relato, vinculado a la novela policial o criminal,
es la denominada *novela negra norteamericana (surgida en torno a la
crisis del 29), cuyos representantes más destacados son D. Hammett, J.
M. Cain. Chandler, Ch. Himes, etc., y que, por sus peculiares
características, merece un estudio aparte.
Aunque bastantes novelas policíacas (p. e., las de A. Christie)
caen dentro de lo que se ha dado en llamar *paraliteratura, sin
embargo, otras son reconocidas hoy como obras de in-negable valor por
su perfección en cuanto a estructura, desarrollo de la intriga y en el
arte de narrar. De hecho, prestigiosos escritores han incorporado a
algunas de sus obras cierras técnicas narrativas de la novela policiaca,
p. e., Graham Greene, A. Robbe-Grillet, Dürrenmatt, J. L. Borges, A.
Bioy Casares, etc.
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