Como antecedentes remotos del
relato policiaco suelen citarse El clavo (1853), de P. A. de Alarcón, La
incógnita (1889), de B. Pérez Galdós; La gota de sangre (1911), de E.
Pardo Bazán (que escribió, además, algunos cuentos relaciona-dos con
el tema: De un nido, 1902, La cita, 1909, etc.), Una mancha de sangre
(1915), de J. Belda, El vampiro rojo (1931), de A. Fernández Arias, etc.
Entre los años veinte y la Guerra Civil surgen algunas colecciones
(»Detectives», «Enigma», «Biblioteca Oro»), en las que se editan novelas
de crimen y relatos policiacos elaborados según el modelo de la novela
de enigma. En la etapa de la Dicta-dura (1939-1975), continúa la
colección «Biblioteca Oro» (con novelas de V. Arias Archidona, J.
Mallorquí, etc.), y aparecen la «Serie Wallace>, (con obras del
mencionado A. Fernández Arias, M. Vallvé, etc.), la «Colección Misterio»
(con textos de G. y L. Gossé, G. López Hipkiss, y otros), etc. De esta
época arrancan algunos de los antecedentes del re-lato policiaco
autóctono, al publicarse El inocente (1953), de M. Lacruz, las novelas
de F. García Pavón que tienen como protagonista a Plinio, jefe de
Policía Municipal de Tomelloso, y algunos textos de M. de Pedrolo, T.
Salvador, A. Núñez Alonso, C. Paradinas, etc.
En este mismo período surge en algunos países
hispanoamericanos un notable cultivo del relato policiaco, con obras de
verdadera calidad literaria, especialmente en Argentina: Un modelo
para la muerte (1946), de J. L. Borges y A. Bioy Casares; Los que
aman, odian(1947), de A. Bioy Casares y S. Ocampo; Triste, solitario y
final (1973), de O. Soriano, etc. También se desarrolla en Cuba
(Asesinato por anticipado, 1966, de A. Correa, Enigma para
un domingo,
Es en el período democrático, hacia finales de los setenta, cuando
se puede hablar ya con rigor de la aparición de una novela policiaca y
criminal o negra en España, sobre todo, a partir de las obras de M.
Vázquez Montalbán: La soledad del manager (1977), Asesinato en el
Comité Central (1981), Los pájaros de Bangkok (1983), La Rosa de
Alejandría (1984), etc., cuyo protagonista es el detective Pepe Carvalho.
Se ha indicado que este autor utiliza los recursos de dicha novela «para
incorporar al relato un agudo y sabroso análisis de la realidad nacional,
tanto en sus conflictos histórico-sociales y políticos como en su
dimensión cultural» (S. Sanz Villanueva, 1992). En la década de los
ochenta aparece una serie de narradores con obras de notable valor en
este campo, entre los que cabe citar a J. Madrid (creador del detective
Toni Romano: Un beso de amigo. 1980, Nada que hacer, 1984, Regalo
de la casa, 1986, etc.), A. Martín (Por amor al arte, 1987), Barcelona
Connection, 1988), J. Martínez Reverte (Demasiado para Gálvez,
1979, Gálvez en Euskadi, 1983), P. Casals (La jeringuilla, 1986, El
señor de la coca, 1988, etc.), F. González Ledesma (Crónica
sentimental en rojo, 1984), C. Pérez Merinero (La mano armada,
1986), J. Ibáñez (Mi nombre es Novoa, 1986), etc.
El desarrollo reciente, en España, de esta novela policiaca (o
«novela negra, como prefieren algunos críticos), que ha logrado un
prestigio literario por obra de los autores mencionados. coincide con la
vuelta al gusto por contar, con la recuperación de la narratividad, que
se advierte en bastantes escritores (E. Mendoza, J. J. Millas, L. Mareo
Díez, J. M. Merino, etc.), alguno de los cuales, Mendoza, p. e. (La
verdad sobre el caso Savolta, 1975), e, incluso, J. Benet (El aire de un
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