Sobre una colina de Herat, en el camposanto de personajes ilustres, reposan los restos de Nadia Anjuman, joven poetisa asesinada salvajemente. Ante su tumba otras mujeres afganas se arrodillan. Su único delito fue amar la literatura.
¿Por qué debo hablar de la dulzura
cuando siento yo tanta amargura?.
Oh, el festín del opresor
me tocó la boca.
No tengo ni un compañero en esta vida
¿Para quién puedo estar dulce?
No hay diferencia de hablar, reír,
Morir, ser.
Yo con mi soledad agotada.
Con dolor y tristeza.
Nací para nada.
La boca se debe precintar.
Oh mi corazón, ya sabes que es la primavera
Y es momento para celebrar.
¿Qué debo hacer con un ala atrapada
que no me deja volar?.
He estado callada por demasiado tiempo.
Pero nunca me olvido la melodía.
Porque cada momento cuchicheo yo
las canciones de mi corazón
que me recuerdan el
día que voy a romper la jaula,
volar de esta soledad
y cantar como un melancólico.
No soy un débil árbol de álamo
que cualquier viento va a sacudir.
Soy una mujer afgana.
Así que sólo tiene sentido gemir.
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