Todo comenzó un día hablando con un amigo de Ha vuelto, esa desternillante ficción de Timur Vernes en la que Hitler reaparece en la Alemania de 2011 y se convierte en un heterodoxo cómico televisivo. “Oye, ¿y viste lo del señor que dice que Hitler había muerto en Galicia?. Al escuchar esto experimenté una erección. El señor al que se refería mi amigo resultó ser Julio Barreiro Rivas, Farandulo para los amigos.
Pero la profesión por la que Julio accedió a misterios a los que la mayoría jamás accederemos es el de cantero especialista en túneles secretos, un oficio milenario que aprendió en su Galicia natal con sólo once años, gracias a su tío Jesús y su padre Francisco, responsable (a través de vínculos falangistas) de la construcción de los aeropuertos gallegos en los años 30. Julio fue, entre otros, maestro de obras de La isla de la Orchila, un resort donde los altos mandos venezolanos celebraban orgías.
No estaba muerto, estaba en un convento
Siguiendo las enseñanzas de Robert Anton Wilson, decidí creérmelo todo pero sin tomarme nada demasiado en serio. Cuando contacté con Julio, se prestó a colaborar con la condición de tener antes una breve conversación telefónica que se alargó a 30 minutos de llamada internacional. Un coste que consideré una inversión que quizá cambiaría la historia del siglo XX.
Dice Barreiro Rivas que tenía catorce años cuando ocurrió su encuentro con Hitler, Eva y otros refugiados alemanes e italianos. Estaba ayudando a su tío a construir el cuartel de la Guardia Civil de Samos y el contrato incluía un pequeño trabajo secreto en el convento: construir laberintos subterráneos. Franco tenía buena relación con don Mauro Gómez, el abad mitrado del monasterio, al lado de la Avenida del Generalísimo. Hasta hace poco una placa en el claustro mayor recordaba la visita del Caudillo en agosto de 1943. Fue gracias a este trabajo que Julio llegó a ver a los prófugos nazis.
Ante la pregunta de cuál era la finalidad exacta de aquellos túneles, Farandulo se muestra ligeramente reticente a dar una respuesta exacta, por respeto a los secretos propios de su oficio.
Pagaría por ver eso. Hitler vestido de benedictino en un monasterio gallego resulta totalmente surrealista. Sin embargo, es verdad que Galicia era un enclave estratégico para el führer. Los alemanes tenían aquí minas de wolframio, antenas en Cospeito, submarinos en la costa atlántica, un aeródromo en Rozas (Lugo) e incluso alguna tumba en el cementerio de San Amaro (A Coruña). Ciertos historiadores, como Abel Basti, también sostienen la teoría de que el dictador no murió en el búnker, sino que huyó a Argentina a través de la costa gallega. Farandulo me cuenta que no sabe cuánto tiempo pudo haber estado viviendo Hitler en Galicia, pero se muestra bastante seguro ante la posibilidad de que sus restos aún estén allí, a no ser que los rastros fueran eliminados en el misterioso incendio ocurrido en 1951.
Este lugar recibió pasajeros misteriosos, un piloto de la División Azul y extrañas muertes.
“Cuando ardió el convento pareciera que el incendio fue provocado sólo con el propósito de quemar todos los rastros de Hitler y sus compinches en el Convento de Samos.”Según la hemeroteca, Franco volvería a visitar Samos en 1960 tras la reconstrucción del edificio. No fue hasta el 1947 cuando Julio descubrió como Hitler logró llegar hasta tierras gallegas.
El führer aterrizó en un campo de patacas
Esta es la parte de la historia que más me fascina ya que, pese lo aparentemente disparatado del suceso, existen pruebas de que un avión trimotor aterrizó en una finca de Córneas. Así es como el cantero lo relata:
“El maestro me anuncia que saldremos para otro trabajo, la construcción de un horno, cargados de maletas llenas de hierros. Pasamos por el Cebreiro, llegamos a Piedrafita y nos internamos por un sendero de piedras, Después de una larga caminata llegamos a Córneas. Lo primero que encontramos fue la majestad de un avión trimotor alemán que, según nos contaron, había aterrizado allí el 1 de mayo de 1945 y llevaba en la finca cerca de un año. Me pareció haber visto aquel avión en otro sitio, me recordó a del campo de Lavacolla (Santiago).Julio recuerda haber visto cuando era pequeño aviones alemanes en Lavacolla, cuando acompañaba a su padre en las obras del aeropuerto.
“Tres meses estuve trabajando en Córneas, todos los días visitaba el avión y el dueño de la finca me contaba cómo aterrizó en un lugar tan pequeño y que las patatas allí sembradas se perdieron pero a él se las pagaron. En el avión venían ocho personas, entre ellas una mujer. También me contó que uno de los pasajeros se había lastimado en el aterrizaje. Yo creo que en este pueblito tiene que existir alguna persona que se acuerde del avión. Pero como la gente tiene miedo, a lo mejor todos perdieron los recuerdos o pueden estar amenazados.”Empecé a sentirme como el investigador de una peli de nazis de serie B. Una rápida consulta en Google confirma que un avión trimotor aterrizó en Córneas. Se trataba de un c-352. Aquí se puede ver un completísimo artículo de Luis G. Pavon, publicado en la Revista Española de Historia Militar n67-68, con fotos y detalles sobre el insólito suceso. La mayoría de hechos coinciden con lo expuesto por Julio: anónimos pasajeros misteriosos, un habilidoso piloto de la División Azul, extrañas muertes accidentales de algunos testigos, la recepción de la Guardia Civil, los restos del avión custodiados durante meses por soldados y sabrosos extras como un vecino que afirma haber usado durante años una puerta del avión como puerta para su horno de hacer pan. Según esta versión, el aparato habría caído en 1950, vendría desde Getafe y tanto el avión como sus tripulantes serían de origen español. Se lo comunico a Farandulo.
Si quieres leer el artículo completo AQUÍ
http://www.vice.com/es/read/hitler-esta-enterrado-en-galicia
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