miércoles, 11 de mayo de 2016

Pepo.

Pepo es un gato. Un gato de seis años es un gato mayor, adulto, serio.

Pepo es un gato de diseño, espera a sus humanos, casi, como un perro. Cuando sus humanos se van
Pepo duerme.
Pepo es un felino, un cazador. En el mundo pequeño, minúsculo del piso de sus hermanos, caza moscas, alguna paja en un vaso de refresco, transformada en su hocico en una inquietante serpiente.
Pepo caza el aluminio de los bocadillos, cuando sus humanos lo arrugan en forma de pelota y lo convierten en un ratón oloroso.
Pepo es un gran depredador, en noches de luna lleno, espera, agazapado, en las sombras del pasillo y lanza juguetonas dentelladas a los tobillos o gemelos de sus humanos.
Pepo es doméstico, dueño absoluto de su mundo alfombrado. Adora las ventanas, los olores que llegan por el patio de las casas vecinas, del parque cercano.
El gato odia los ruidos desconocidos que llegan por la escalera, odia el timbre que anuncia la llegada de potenciales enemigos.

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